Este trabajo se propone -a partir de sus disursos- estudiar la figura de
Manuel Azaña sobre la que, cincuenta y cinco años después de su muerte,
se sigue discutiendo acerca de cuánto influyó en la vida y en el destino de
la España Republicana.
Efectivamente su figura a menudo se sobrepuso a la de la Segunda
República española y se identificó con ella. No sólo porque su exordio
político coincidió con el establecimiento de ésta y su muerte aconteció
pocos meses después de la instauración de la dictadura, sino, sobre todo,
porque la fundación de la República tuvo como 'autores' a un grupo de
intelectuales entre los cuales se contaba Azaña. Estos, durante el primer
bienio republicano, desempeñaron un papel preeminente; sobre todo Azaña
-que además del cargo de presidente del Consejo de Ministros era también
ministro de la Guerra. Además de compartir los ideales iluminados de
justicia, rigor y coherencia propugnados por los demás intelectuales, sin
embargo Azaña ya tenía un programa completo para conseguirlos. Por eso
se le puede considerar la figura clave de esta primera fase republicana,
también conocida como 'bienio Azaña'.
Luego, el cambio de gobierno después de la derrota electoral de la
coalición formada por los republicanos de izquierda -el partido de Azaña-
y los socialistas, le convirtió en una especie de mártir de la Segunda
República, acarreándole acusaciones parlamentarias y hasta el
encarcelamiento en los barcos-cárceles en septiembre de 1934. Estas
persecuciones tuvieron el efecto de acrecentar la popularidad de Azaña,
convirtiéndole de modo definitivo en símbolo de la República, papel que
conservó aun durante la Guerra Civil.
1
Me propongo determinar su peso en la historia de la Segunda República
española a través de sus discursos políticos
1
, pronunciados tanto en las
Cortes como en ámbitos diferentes -como reuniones de partido mítines
públicos porque el carácter de Azaña le permitía expresarse muy bien en
público reflejando las características del "hombre libre" del que habla
Spinoza que afirmaba que "el hombre que es conducido por la razón es
más libre en la ciudad donde vive bajo la ley común que en la soledad
donde no obedece que a sí mismo"
2
. Estas características evidencian que es
precisamente "la razón" el hilo conductor de toda su obra política política,
tanto en la economía de cada discurso como en la del conjunto de ellos. la
razón se coloca a varios niveles de su obra: es su principio inspirador, el
elemento fundamental en que se apoyan todas sus iniciativas, todos sus
razonamientos e incluso la justificación -a veces implícita- de las
conclusiones.
A un capítulo biográfico en que Azaña se sitúa en las coordenadas
históricas, políticas y sociales oportunas para la comprensión de su figura ,
sigue un capítulo en que se trata de la gran importancia que tuvo su
cualidad de intelectual "super partes" a caballo entre las generaciones del
98 y la del 14. Luego se dedica un capítulo al estudio de sus vocaciones
literarias confrontando la de escritor con la de orador.
Seguidamente se procedera al examen de los discursos agrupados bajo
tres categorías temáticas -según los títulos que el mismo Azaña dio a cada
discurso- : los discursos en favor de las reformas, en que se examina el
fondo ético y racional de las medidas políticas que él quería llevar a cabo y
1
A este respecto, otra obra importante a partir de la cual sería posible hacer un estudio similar, son las
Memorias Políticas y de Guerra que constituyen un documento básico para reconstruir la historia española
moderna.
2
cit por E. De Rivas, Azaña romancier, en el vol. Azaña et son temps, Madrid, Casa de Velazquez, 1993.
2
el intento didascálico que las caracteriza; los discursos éticos en los que
insiste en el carácter moral de la política y de la vida republicana, y, por
último, los discursos sobre la misma institución republicana, donde Azaña
se ocupa de aclarar funciones y deberes de una república nacida casi
improvisamente y, sobre todo, de motivar sus acciones utilizando siempre
la legalidad como principio justificador.
Se analizarán por separado los discursos "en campo abierto" y los "de
Guerra" intentando poner de relieve las diferencias de tono y de actitud
determinadas por los acontecimientos históricos y políticos.
3
Capítulo 1: AZAÑA EN SU TIEMPO
4
Manuel Azaña y Díaz nació en Alcalá de Henares el 10 de enero de 1880.
Pertenecía a una antigua familia de notarios de tradición liberal desde
hacía tres generaciones, lo cual resulta de importancia capital para
comprender la actitud política y humana del personaje.
Examinando su familia se puede observar el desarrollo del liberalismo
en España. Su bisabuelo Esteban Azaña Hernández fue secretario del
primer Ayuntamiento constitucional de Alcalá, su abuelo Gregorio
capitaneó el batallón de la Milicia Nacional complutense y su padre
Esteban Azaña Catarineu era alcalde constitucional de Alcalá. También su
madre, Doña María Josefa Díaz Gallo era una mujer culta, inteligente y
muy sensible; fue esta sensibilidad 'materna' la que, junto a los ideales que
había respirado durante su infancia, tanta importancia tuvo en la
formación del pequeño Manuel.
El futuro político español tuvo una infancia muy triste: a los diez años se
le murió su madre y al cabo de un año también su padre y su abuelo
fallecieron; estos lutos sucesivos y precoces le condicionarían el carácter.
Transcurrió en su gran casa de la calle de la Imagen muchos días
dolorosos y tristes, buscando en la lectura consuelo a su soledad; el
resultado fue que se aisló cada vez más, que empezó a no confiar en los
demás y a evitar los contactos personales, según él mismo escribió en su
novela El Jardín de los frailes:
"...lóbrega orfandad en casa.(...) Vivía para mí sólo.(...) Casi nada a los prójimos
Amaba las cosas en torno mío. . Amaba mis libros y el aposento en que leía, y su
luz, y su olor. Amaba la casa, tan temorosa en lo anochecido, rondada por las
sombras de los muertos...."
1
1
Manuel AZAÑA , El Jardín de los frailes, en Obras Completas, I, ed. Juan MARICHAL, México, Oasis,
1966-68. pág. 669.
5
Su introversión fue a menudo objeto de malentendidos, sobre todo
durante su carrera política. La opinión pública y más aún sus detractores la
consideraron como un signo de mal carácter y por esto dieron a Azaña el
apodo de 'el ogro'.
Cursó el bachillerato en la misma Alcalá y en el Instituto Cardenal
Cisneros de Madrid se examinó como alumno libre. A los trece años de
edad, cuando terminó el bachillerato, secundó la elección de sus tutores -su
abuela, doña Concha Catarineu y su tío Felix Díaz Gallo- y continuó la
tradición notarial familiar. De modo que ingresó como becario en el Real
Colegio de Estudios Superiores situado en San Lorenzo del Escorial para
cursar la carrera de derecho. El período de su estancia en ese monasterio
-de 1893 a 1897- fue un momento crucial de su vida. Aquí tuvo lugar su
profunda crisis de origen religioso, que le suscitó "una desgarradora
soledad".
Manuel, como muchos muchachos educados"bajo la férula clerical"
sufrió el drama íntimo de ver derribarse todos los principios morales y
sobre todo la riqueza espiritual de la religión católica.
Desde un punto de vista menos íntimo, para Azaña la crisis de
conciencia que sufrió en El Escorial fue una importante ocasión para
aclarar su visión de España, y cuando consiguió superar esta crisis, ya era
un político que proponía en las Cortes Constituyentes la enseñanza laica y
la incautación de los bienes de la Compañía de Jesús.
6
Esta doble crisis, tanto religiosa como de 'conciencia española', es el
origen de todo el vigor de su acción política.
Entre el otoño de 1897 y principios de 1898 publicó con unos amigos
suyos del Escorial, entre los cuales se contaban José María Vicario y
Joaquín Creagh, una revista provincial decenal, "Brisas del Henares", de
inspiración romántica, pero atenta a los problemas de la vida española,
utilizando el pseudónimo de Salvador Rodrigo, el mismo que utilizaría en
sus colaboraciones para el periódico madrileño "Gente Vieja".
Azaña, colaboró en diversas secciones de la revista. Se ocupó de la
crónica política utilizando un estilo mordaz e incluso un poco 'a lo Larra';
escribía cartas a "Colorín Colorao" -el pseudónimo de su amigo Creagh-, y
compuso un Sueño que, a pesar de su aspecto romántico, ya revelaba
algunos de los rasgos peculiares de su carácter: un orgullo excesivo, una fe
inquebrantable en sus ideales, una voluntad finalizada a superar los
obstáculos.
En 1898 ya se encontraba con un diploma de abogado, obtenido en la
facultad de derecho de la Universidad Central de Madrid. Durante los
cursos había conocido a Francisco Giner de los Ríos que dejó en él una
huella benéfica y profunda.
Madrid representó el comienzo de su verdadera experiencia de vida; el
doctorado y las tertulias literarias constituyeron un importante contacto
con un mundo real y complejo; de modo que Juan Marichal, el curador de
sus Obras Completas, titula oportunamente el parágrafo donde cuenta de su
llegada a Madrid, "Madrid era el comienzo de la vida".
2
2
Ob. Compl., I, pág. XXI.
7
En 1900 presentó su memoria doctoral con el título de La responsabilidad
de las multitudes, un estudio sobre la psicología colectiva y sobre el peso
que tiene el agrupamiento de personas que forman un conjunto en el
desarrollo de un acontecimiento. En este estudio se analiza la
responsabilidad de las multitudes sobre todo en su aspecto delictivo.
Empieza con unas consideraciones sobre el delito y el delincuente y con
las características de la muchedumbre, luego estudia los elementos del
delito colectivo. Termina subrayando la necesidad de la "reacción social "
ante esto. En este documento su idea de las muchedumbres no es muy
halagüeña; pero hay que considerar que es un trabajo académico que muy
poco permite descubrir de su verdadero pensamiento.
En este mismo año, en otoño, Manuel Azaña entró -recomendado por su
tío Félix Díaz Gallo- como pasante, en el bufete del abogado don Luis
Cobeña, uno de los más prestigiosos de Madrid; emprendía el camino que
él mismo calificó de "ortodoxo": era la vía propia para un aspirante notario
descendiente de notarios.
Como su ingreso en el bufete de Díaz Cobeña, también su aprendizaje
literario fue muy 'ortodoxo' y además ambas circunstancias tenían el
mismo mecenas, su tío Félix Díaz Gallo. Este era asiduo colaborador de la
revista madrileña "Gente Vieja", que había sido fundada en 1899 y era la
respuesta a cierto decadentismo político y estético del post-98. Azaña
colaboró en la revista de 1901 a 1903, escribiendo numerosos artículos con
el ya mencionado pseudónimo de Salvador Rodrigo, que ya había utilizado
en "Brisas del Henares".
Para poder escribir en la revista había que tener por lo menos cincuenta
años, inconveniente que se resolvió con el expediente de declarar al joven
Manuel "viejo honorario". Por tanto Azaña dió sus primeros pasos bajo el
8
amparo de la familia y bastante alejado de las tendencias juveniles de aquel
entonces. Azaña mantendría siempre cierto desdén por las actitudes
intelectuales en boga en el Madrid de principios de siglo.
En enero de 1902 pronunció en la Academia de Jurisprudencia un
discurso sobre La libertad de asociación; aquí señala que el problema
central del siglo pasado fue el de la relación entre individuo y Estado, y
explica que tiene que buscarse una "fórmula de armonía" que concilie el
espíritu de solidaridad con el individualismo imperante. Sostiene que el
aislamiento es nocivo para el individuo, porque éste "se entrega a una
indiferencia y apatía mil veces más funestas que todos los inconvenientes
que de la cooperación pudieran derivarse".
3
En 1909 ingresó como funcionario en la Dirección General de los
Registros y del Notariado, trabajo que desempeñará durante toda su vida,
por el que sin embargo no sentía ninguna vocación. A pesar de esta falta de
vocación, él era muy capaz en su trabajo, y lo prefería, como profesión a
muchas otras, como el periodismo, muy utilizado por la burguesía de su
generación, que estaba sometido al gusto de los lectores, mientras que este
trabajo de funcionario estatal lo dejaba libre en su actividad intelectual.
En este mismo año escribió el primer volumen de los Estudios de
política francesa contemporánea (al comienzo Azaña contaba con escribir
tres volúmenes, el primero sobre la política militar, el segundo sobre el
laicismo y el tercero sobre la organización del sufragio), que no es sólo un
estudio histórico del ejército francés desde la Revolución de 1789 hasta la
Primera Guerra Mundial, sino más bien un estudio de la historia intelectual
francesa para demostrar cómo el republicanismo se ha materializado y ha
realizado esta idea abstracta que es la nación. En su análisis ésta es una
3
Obras Completas, I, pág. 62.
9
entidad que va tomando forma gracias a la voluntad de los elementos que
la componen, que aceptan pequeños sacrificios personales a favor de un
Estado garante de la libertad individual y al mismo tiempo del amparo de
la colectividad. Azaña ecribió esta obra tan compleja y completa porque
estaba convencido de que "hay que hacer precisión" dentro del
pensamiento político. Para Azaña la cuestión militar era un tema que
necesitaba rigor intelectual y que trataba e influía directamente en el
problema central de las democracias modernas o sea la "dificultad de
armonizar la conciencia individual con las exigencias del grupo nacional"
4
.
Para él el ejército es la organización que exige mayores sacrificios del
individuo en favor de la sociedad, llegando incluso a exigir el sacrificio de
la vida por ella.
Según Azaña escribió en esta obra, los problemas fundamentales de un
estado moderno son los siguientes: la relación del Estado con su ejército,
con una iglesia mayoritaria, y con las masas.
Puede declararse que en Azaña se manifestó por vez primera en la
historia intelectual española la idea de la acción política como "un
movimiento defensivo de la inteligencia". El concepto de inteligencia
política era para él inteligencia pericial, esfuerzo acertado, en resumidas
cuentas, una inteligencia práctica.
La originalidad francesa -que Azaña admiraba mucho- consistía para él
en el hecho de que el Estado establece esta armonía tan necesaria mediante
un esfuerzo organizador que considera todos los detalles técnicos. Como,
por ejemplo, en Francia se consiguió organizar un ejército eficaz que, sin
embargo, no sacrificaba los derechos del individuo. Por el contrario en
4
Idem, I, pág. 260
10
España, no sólo el ejército era un elemento de opresión y estorbo, sino que
era una institución completamente ineficaz.
En 1910 se publicó en Alcalá el periódico satírico "La Avispa", en el
que, junto a Azaña colaboraron Antonio Fernández Quer, albañil y futuro
diputado socialista en las Cortes Constituyentes, y otros alcalaínos
contertulios suyos.
El 4 de febrero de 1911 en la Casa del Pueblo de su ciudad natal
pronunció un discurso sobre El problema español. Ya otros intelectuales,
como Unamuno y Ortega y Gasset, habían analizado la cuestión, pero sin
llegar a relacionar el problema educativo con el del voto democrático.
Para Azaña eran dos elementos que no podían considerarse por separado.
En su discurso enfoca los males de España: los que vienen del pasado y los
propios de la España contemporánea. Denuncia el sistema escolástico, sus
mentiras y parcialidades que exaltaban a España cerrando los ojos de los
estudiantes impidiendo identificar los problemas -y en consecuencia
obstaculizaban su resolución. Azaña concluye que si estos problemas no se
analizan en los años de la escuela, después es demasiado tarde. La cultura
para Azaña representaba también la difusión del sentimiento igualitario
que está a la base de una democracia.
Sobre las guerras de religión de las que fue teatro España en los siglos
pasados se pregunta "supuesto que poseíamos la verdadera fe ¿era
necesario defenderla con las armas?"
5
Continúa con un comentario acerca
de los tiempos en que España era "una contra todos", opinando que esta
conducta sólo podía conducir a la bancarrota de la cual empezó la
decadencia, que continuó hasta aquellos mismos años. Explica que la
5
Discurso en la Casa del Pueblo de Alcalá, 4.2.1911, en el vol. Azaña ed. V.A. Serrano y J.M. San
Luciano, Madrid, Edascal, 1980.
11
presencia en el país de las mismas innovaciones tecnológicas presentes en
el resto de Europa no significaba que España estuviera en la misma
corriente de ideas que las habían producido y que esto sólo era una ilusión.
Añade que otro equívoco era pensar que sólo porque España tenía un
Parlamento y una ley de sufragio universal era un país democrático. Azaña
se refiere a lo que había visto durante los años de su estancia en Alcalá , es
decir cómo se corrompían las votaciones. Por esto dedica algunas palabras
a este asunto. Habla de la 'ignorancia' de los de la clase trabajadora que,
haciéndose sobornar, están convencidos de hacer una "hombrada", sin
darse cuenta de que sólo la verdadera democracia asegura mayor justicia
social y económica. Continúa con algunas propuestas prácticas; como por
ejemplo eliminar el monopolio, el sistema de impuestos , introducir en la
enseñanza profundas bases científicas, promover el localismo, porque el
cambio tiene que hacerse "desde abajo", pues "¿si la gente no sabe elegir a
los inmediatos regidores cómo van a derrotar a los emperadores del
caciquismo?"
6
. Y termina invitando a la población a interesarse por la
política "porque sin ella no nos salvaremos"
7
.
En el otoño del mismo 1911 se trasladó por primera vez a París, becado
por la Junta de Ampliación de Estudios, para seguir cursos
complementarios de Derecho Civil.
La importancia de este viaje es, para el futuro político, su
descubrimiento de Francia. Aquella misma Francia que sería para Azaña
el escenario de 'la disciplina dentro de la libertad'. Este concepto tendría un
papel crucial en el desarrollo de su pensamiento político, fundado
precisamente en estos dos principios básicos.
6
Ibidem.
7
Ibidem.
12
Durante su estancia en París escribió para el periódico "La
Correspondencia de España" donde firmaba con el curioso pseudónimo de
Martín Piñol, que es el nombre que durante la Edad Media se utilizaba en
Cataluña para designar al diablo. Este 'nom de plume', más que un amor
del joven Manuel por el demonio parece un principio de acercamiento a la
cultura catalana.
En 1900 había ingresado en el Ateneo de Madrid, la sociedad que
representó el espíritu liberal del siglo XIX español. No se puede
comprender la figura de Azaña sin hablar del Ateneo, lugar donde él
ejercitó su carácter que, como hemos visto, se había formado en Alcalá y
en el Escorial. Fue el lugar donde se discutieron las nuevas ideas después
de la revolución de 1868. Esta institución de la cultura política española
tenía dos particularidades: una era la completa libertad con que en todo
momento se desempeñó la totalidad de las actividades, y otra era la
función de vivero selector de la clase política nacional. Azaña ingresó en el
Ateneo al llegar a Madrid, y él mismo describía frecuentemente la
sensación que le produjo entrar en esa institución donde era posible
advertir aún la presencia de Cánovas -el historiador y político símbolo de
la Restauración sucesiva a la revolución de 1868, cuya posición política
conciliadora a veces se modificó en una actitud contraria a conceder
demasiado a los progresistas.
8
Sobre este asunto Azaña decía "que había
creado el sistema político más irreal de la historia de España"
9
-. Sin
embargo al llegar los de la 'generación del '98 todo cambió y se renovó.
Los 'noventayochistas' profesaban ideas políticas muy avanzadas,
8
Cánovas veía la salvación de España en la renovación de la Monarquía desacreditada por la reina actual,
Isabel II, pero su gobierno se convirtió, para la opinión pública de aquel entonces, en el paradigma del
caciquismo y del vacío de sustancia democrática de un sistema apatentemente democrático
9
Obras Completas, I, pág. 621 (Discurso leído como presidente del Ateneo el 20.11. 1930, en la sesión de
apertura del curso:Tres generaciones del Ateneo )
13
rechazaban la democracia liberal y el parlamentarismo, y su amor a España
no se oponía a su anhelo de europeización. Pero aún no era el Ateneo ese
centro de discusión política en el cual se convertiría unos años más tarde.
En el Ateneo, Azaña ocupó todos los cargos desde socio habitual de la
Casa hasta Presidente de la misma.
En 1913 fue elegido Secretario; gobernaría con gran capacidad gestora y
con tal carácter enérgico que le merecería el apodo de 'el Coronel'.
Además solucionó las dificultades económicas en que lo había dejado el
Presidente precedente. Durante esos años incluso él dudaba si seguir su
inclinación intelectual o su vocación política. Pero la resolución de esta
duda ya es manifiesta cuando en su diario escribe: "El ejercicio del poder y
el hábito de entendérmelas con una muchedumbre que vota es lo que he
sacado en los años del Ateneo y que me sirve en la política"; Azaña había
decidido dedicarse a las dos contempoáneamente. En 1920 dimitió del
cargo de Secretario, pero cuando en 1930 no quiso presentarse al cargo de
Presidente Niceto Alcalá Zamora -el futuro Presidente de la República- en
su lugar se presentó él mismo.
En este mismo año -el 20 de noviembre de 1930- pronunció allí el
discurso Tres generaciones del Ateneo, con motivo de la apertura del
curso. Describe tanto el ambiente socio-cultural como los ideales que se
discutieron en 'la Casa' desde su fundación, en 1835. Explica que en la
primera generación los socios que lo habían establecido pertenecían a la
cultura romántica y que el Ateneo de los románticos nació liberal. Aquella
libertad que anhelaban se fundaba sobre un Estado legal, fundado en la
riqueza y la ilustración de los mejores; afirmaban que el país liberal podía
vivir sin base popular, sin el apoyo de la mayoría -los nueve décimos- de la
14
nación. Abajo quedaba la masa, enfrente los poderes seculares
desposeídos.
En los vaivenes de Madrid, el Ateneo se mantuvo firme y se convirtió en
amparo de la libertad de opinión. Sin embargo comenta que los socios de
entonces formularon unos principios ante cuyas consecuencias
retrocedieron. Se formó así la 'segunda generación', Azaña dice que ésta
apareció en un momento crítico, cuando había surgido un nuevo concepto
de generación y de clase, y añade que con el moderantismo se declaró
concluida la época de la revolución. También el progreso, que tanta
importancia tuvo en la generación precedente, se realizó en el marco de la
Constitución moderada. Comenta que por vez primera apareció el bien
personal como oposición a las controversias de principio. Y sigue diciendo
que paralelamente el mismo Madrid ofrecía una extraña mezcla de
primitivismo y dureza, corrupción social y refinada elegancia, y que estos
mismos hombres serían también los protagonistas de la escena política;
sobre esa generación pesa la influencia de Cánovas y -sobre todo- del
canovismo. Y termina expresando su temor por la estructura física y la
situación moral del Ateneo, aclarando que los noventayochistas pueden
considerarse el epígono de la segunda generación y al mismo tiempo
pertenecientes con todo derecho a la tercera. Desde entonces el Ateneo se
transformó en la alternativa al Parlamento y a la muy limitada libertad de
prensa. Empezaron las reuniones comprometidas y se organizó una
'Comisión de Responsabilidades de la Dictadura' con el objeto de ejercer la
acción popular ante los tribunales en todos los asuntos irregulares que
fuera posible reunir para ponerlos a disposición de la opinión pública.
Desde el més de junio de 1930 hasta mayo de 1932, Azaña ocupó la
presidencia al mismo tiempo que dirigía el Gobierno. El propio Azaña
15