5
Como vemos, los elementos que juegan un papel en cualquier procedimiento inferencial son tres: un
caso, una regla y un resultado. El caso es una ocurrencia a la que se aplica una regla general. La
regla es el elemento mediador que relaciona el caso con el resultado por medio de una relación de
implicación. El resultado es la consecuencia previsible de la aplicación de la regla al caso.
Así, dada la regla “Todos los rumiantes carecen de los incisivos superiores” (o sea: si es un
rumiante, entonces no tendrá los incisivos superiores), y el caso “la oveja es un rumiante”,
podremos inferir el resultado “la oveja carece de los incisivos superiores”.
Nuestra existencia está encaminada a la posibilidad de hacer tales inferencias, gracias a las cuales
podemos dar por ciertos muchos conocimientos.
En nuestro ejemplo, hemos obtenido un resultado aplicando una regla a un caso. Pero habríamos
podido inferir la regla a partir del caso y del resultado:
Caso: la oveja es un rumiante;
Resultado: la oveja carece de los incisivos superiores;
Regla: [quizás] todos los rumiantes carecen de los incisivos superiores,
O bien el caso a partir del resultado y la regla:
Resultado: la oveja carece de los incisivos superiores;
Regla: todos los rumiantes carecen de los incisivos superiores;
Caso: [quizás] la oveja es un rumiante.
Según la disposición asumida por estos tres elementos, obtendremos tres tipos de inferencia:
deducción, inducción y abducción.
Entre deducción, inducción y abducción, nuestro interés se centrará en éste último tipo de
inferencia, que lógicamente no implica certeza, de ahí el nombre de “deducción débil”. “Por lo
general, la hipótesis se considera un débil argumento. A menudo nos predispone tan sutilmente
hacia su conclusión que no podemos ni siquiera afirmar que esta conclusión sea verdadera: nos
limitamos a conjeturar que podría ser verdadera.”
2
La abducción es descrita por primera vez por Aristóteles en los Analíticos Primeros. El filósofo la
ve como un silogismo en el cual la premisa menor es menos evidente que la conclusión, de modo
que la atención pasa de ésta última y se centra en la premisa menor. El ejemplo dado por Aristóteles
es el siguiente: “La ciencia se puede enseñar; la justicia es una ciencia; luego la justicia se puede
enseñar”
3
.
Desde Aristóteles, el concepto de abducción no sufrió grandes modificaciones hasta el momento en
que, en el siglo XIX, Charles Sanders Peirce (1839-1914), filósofo y científico fundador del
“pragmaticismo”, lo introdujo como la tercera rama de la lógica. Peirce llamaba la abducción
indiferentemente “retroducción” o “formulación de hipótesis”.
2
C.P., 2.625
3
Analíticos Primeros, II, cap. 25
6
En 1901, en un texto titulado On the Logic of Drawing History from Ancient Documents
Especially from Testimonies
4
Peirce dio su interpretación de los Analíticos Primeros
5
de
Aristóteles. En la abducción pasamos de observar ciertos hechos a suponer un principio general,
que, si fuera cierto, explicaría la razón de dichos hechos. Concluyendo, llegamos a algo que diverge
totalmente de todo lo que hemos podido observar empíricamente, a algo que en la mayoría de los
casos no está contenido en las premisas.
El concepto de inferencia abductiva según la formulación que de ella hace Peirce ha sido usado
posteriormente por P.N. Johnson-Laird en psicolingüística; por J. K. Holland, K.J. Holyoak, R.E.
Nisbett y P.R. Thagard en inteligencia artificial y por T. Givon en pragmática. La hipótesis común
es que los individuos, cuando manipulan y transmiten información, y de la misma manera, cuando
aprenden y adquieren nuevos conocimientos a partir de la experiencia, utilizan un tipo de
razonamiento que no corresponde ni a la deducción ni a la inducción. Se trata de una inferencia que
consiste en establecer hipótesis explicativas poniendo en relación hechos nuevos con otros hechos
ya conocidos, los cuales constituyen esquemas organizados de conocimientos. La relación que se
establece entre unos y otros, la introducción de nuevos datos en un esquema, es, por así decirlo, una
relación de similitud, una analogía.
El argumento abductivo es débil, pero perfectamente válido. No se trata de una idea que nace de
modo casual, sino de una operación de la mente que aplica razonadamente, o quizás racionalmente,
una regla o una ley a un hecho. El argumento abductivo está entonces dentro del orden de las
invenciones, de la creación autocontrolada de nuevos conocimientos. Según Peirce, es el argumento
que hallamos en el origen de cualquier nuevo conocimiento. Naturalmente puede validarse por
medio de la inducción (verificando experimentalmente por ejemplo). De hecho, la deducción no
aporta nueva información sino que aplica reglas preestablecidas; la inducción se admitirá solo si se
demuestra; en cambio, el concepto de la abducción parece aportar algo nuevo. Pero se trata de un
razonamiento peligroso pues implica un salto en la lógica bastante atrevido. La regla, introducida
para que el hecho constatado sea razonable, podría ser válida, pero podrían existir otras reglas
igualmente razonables y válidas. O podría simplemente revelarse falsa. A propósito de tal
"falsedad" abductiva, algunos han hablado de un “probar a adivinar”. Por ejemplo, las
manifestaciones de fiebre y estornudos permiten, a falta de otras explicaciones, abducir una gripe,
aunque en el lenguaje coloquial difícilmente se dice: “abduzco haber cogido la gripe porque...”.
Una inferencia así no produce explicaciones absolutamente ciertas. Las evidencias podrían tener
más de una explicación plausible. Por ejemplo la fiebre y los estornudos podrían no estar
relacionados, y provenir de diferentes enfermedades. La abducción discrimina las varias hipótesis
en competición basándose únicamente en su plausibilidad, debida a las evidencias.
Si la aplicamos a la ciencia médica, la abducción consiste en encontrar un conjunto de terapias
“candidatas” a partir de los problemas terapéuticos individuados en el paciente, es decir a partir de
las condiciones patológicas del paciente que pueden en potencia ser modificadas por una
intervención terapéutica. La deducción consiste en predecir los posibles resultados de las terapias.
La inducción es el proceso de eliminación de una hipótesis terapéutica a la luz de una nueva
información clínica, o quizás de la previsión sobre los resultados, o quizás de la estimación de la
utilidad de las terapias candidatas.
4
C.P.,7.164-255
5
II, 25
7
Un ejemplo literario que Umberto Eco nos proporciona frecuentemente es la novela policial,
donde a partir de unas pocas pistas anticipamos las conclusiones generales y de éstas posteriormente
llegaremos a la verdad. En la novela policial cada investigador está obligado a formular unas
hipótesis, es decir a “adjuntar” algo a los hechos observados. El proceso interpretativo de un
detective que busca la identidad del asesino a partir de unos indicios que éste último ha dejado sin
darse cuenta en la escena del delito se basa en el mecanismo de la abducción. La inferencia
abductiva, viene frecuentemente confundida con la inferencia deductiva; Sherlock Holmes, el
maestro de la deducción, decía “ Elemental querido Watson”. Sus deducciones eran en realidad
muchas veces el resultado de una excepcional inferencia abductiva. El celebre Sherlock Holmes,
cuando “adivina” está obligado a escoger entre los muchos de sus posibles recorridos mentales, el
que demuestre mayor coherencia. Holmes inventa una historia. Sucede simplemente que esa historia
posible sea análoga a la real. En otras palabras, se trata de inferencias lógicas que no tienen el grado
de certeza de un silogismo, de la deducción o de la inducción; son abducciones, por lo que, de
alguna manera, es necesario hacer de necesidad virtud, decir e interpretar los datos disponibles
como si estuvieran armoniosamente intrarelacionados. No hay garantías de que la historia inventada
por el detective sea la justa, o que su abducción resulte bien fundada. Es por este motivo que la
hipótesis, por sí sola, no es suficiente para demostrar algo. Puede fallar y está sujeta a continuos
cambios. Con el fin de que la hipótesis se vea respaldada por los hechos, o sustituida por una
hipótesis adecuada, es necesario que se ponga a prueba.
En el campo de las letras encontramos por lo menos otro personaje; no se trata de un investigador
pero hace un amplio uso de este tipo de razonamiento: el Zadig de Voltaire.
Un principio similar guía al traductor en la lectura-interpretación de un texto. El traductor está
continuamente llamado a adelantar una hipótesis a cerca del significado a atribuir al texto, el cual
contiene mucha más información de la que aparece en la estructura expresiva explícita.
El interés de nuestra investigación versa sobre la abducción lingüística, la cual desarrolla un papel
capital en el proceso de la traducción precisamente porqué el traductor no puede limitarse a una
decodificación sino que tiene que entender el sentido y reproducirlo en una nueva forma, que se
obtiene, a veces, por abducción. La traducción, subraya J.-R. Ladmiral , no es una decodificación.
Sería demasiado simplista pensar que traducir equivale a escribir "les mots-source par les mots-
cible selon une correspondance supposée bi-univoque entre les uns et les autres"
6
, práctica por otro
lado imposible visto que el lenguaje no es una nomenclatura.
Éstos no son códigos que la traducción pone en contacto, así como el léxico no es una nomenclatura
aplicable indistintamente abstrayéndola del propio contesto histórico-cultural. Recuperando los
conceptos saussurianos de langue y parole, Ladmiral define la actividad traductora como "une
opération de méta-communication assurant l'identité de la parole à travers la différence des
langues"
7
.
No es necesario entonces creer que el sentido de un texto esté definido por su estructura
lexicológica y que el traductor sólo tenga que decodificar – ayudándose incluso con un diccionario
– las expresiones individuales para llegar a una compresión del significado. No siempre los
objetivos comunicativos de un texto están declarados: normalmente la interpretación del lector-
6
Ladmiral, Jean-René, Traduire: théorèmes pour la traduction, París, Payot, 1979, p.106
7
Ibídem, pag. 223
8
traductor está manipulada indirectamente explotando la enciclopedia que se supone está en posesión
del intérprete para injertar nuevos conocimientos o para solicitar al destinatario que emprenda
determinados recorridos interpretativos en detrimento de otros.
Tomemos como ejemplo esta breve fábula esquimal:
"Había una vez una vieja ciega y que además no podía caminar. Un día le pidió a su hija un poco
de agua para beber. La hija estaba tan harta de su vieja madre que le dio un tazón lleno de su
propia orina. La vieja bebió hasta la última gota y después dijo: “¡Eres realmente una buena hija!
Dime a quien preferirías tener como amante, ¿A un piojo o a un pez escorpión?”.
“Un pez escorpión, naturalmente”, dijo riendo la hija “así no sería tan fácil aplastarlo mientras
dormimos juntos”.
Entonces la vieja empezó a quitarse rascacios de su vagina, uno a uno, hasta caerse muerta"
8
.
Aunque el diccionario no nos permita coger el significado literal de cada una de las palabras que
componen este texto, su significado general se nos escapa completamente. No llegamos a entender,
por ejemplo, si se trata de un texto alegórico o humorístico o, más probablemente, de un texto
mítico. Tomando como base el texto no podemos más que conjeturar una serie de posibles sentidos
pero carecemos del terreno de prueba sobre el que verificar (o falsificar) nuestras conjeturas. La
única manera sería ir a Groenlandia, a una comunidad de esquimales, por lo menos unos años o,
realizar serias investigaciones antropológicas sobre los mitos groenlandeses.
Esto es particularmente interesante porque toca el que quizá sea el problema por excelencia de la
traducción, es decir el momento de la comprensión-interpretación de un texto complejo en la lengua
de partida y de su reestructuración en la lengua de llegada.
En un variado nivel de análisis, el traductor debe escoger que acepción, que no viene expresada
explícitamente en la expresión lineal del texto, de una palabra considerar en el ámbito de una
determinada frase. Tiene que inferir este sentido desde el contexto además de su enciclopedia
personal. Cada palabra tomada aisladamente, de hecho, contiene una serie indefinida de sentidos
potenciales, de posibles usos contextuales. Haciendo referencia al concepto de precomprensión en
la hermenéutica de Hans Georg Gadamer, el intérprete
9
, en este caso el traductor, no es una tabula
rasa. Él acerca el texto con su Vorverständnis es decir con su precomprensión, como decir con sus
prejuicios
10
o Vorurteile. En base a su memoria cultural (lenguaje, teorías, mitos, etc.), el intérprete
esboza una primera interpretación del texto.
8
Vecchiaia, en Carter A., Le fiabe delle donne, trad. it. Serra e Riva, Milán, 1991 (cita de Volli, Ugo, Manuale di
semiotica, Bari, Editori Laterza, 2000, pag. 148). Traducción al español propia.
9
En la antigüedad clásica el termino traductor todavía no existía, se hablaba más bien de "interpres", intérprete. Por
ejemplo Cicerón, en el De optimo genere oratorum, expone su concepción en materia de traducción comentando su
propia traducción de dos discursos de Demóstenes y Esquines. Explica que no ha traducido todos los elementos del
texto griego, pero que se ha esforzado por reproducir el ingenio de "interpretar". También Horacio, que no ha escrito
tratados sobre traducción, en el Arte poética del 13° siglo a. C. habla de la imitación de los poetas antigüos y de la
traducción como un freno para la creatividad personal: "Nec verbum verbo curabis reddere fidus interpres" (No te
preocuparás por traducir palabra por palabra, sino de ser fiel intérprete). La traducción desde el latín es nuestra. Aparece
claramente el término interpres; el francés por ejemplo, para describir la práctica traductora, después de haber contado
por mucho tiempo solamente con la palabra truchement, derivada del árabe (tardjouman), y que se remonta del asirio
ragamou, hablar. En la misma línea, los términos usados en otras lenguas europeas implicaban una operación oral, lo
que hoy en día llamamos comúnmente interpretación.
10
Prejuicio no tiene un significado despreciativo para Gadamer .
9
Nuestra investigación se propone estudiar el mecanismo de la abducción y mostrar, relacionándolo
con el de la deducción y la inducción, que es creativo y que están en juego por donde quiera que
esté la interpretación, abducciones cotidianas casi automáticas, como cuando reconocemos la cara
de un amigo que se nos acerca, o aquellas más creativas, como cuando le damos sentido a las
palabras de un texto.