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experiencia femeniles son distintos de los masculinos,
resultado ésto de una peculiar anatomía y de las condiciones
vivenciales colectivas en el seno de una sociedad dominada
por estructuras patriarcales. La medida en la que esto
confluye en una estética propiamente femenina será el
objeto primario de tal estudio, orientado por supuesto hacia
una consideración del valor estético, a menudo innovador,
de las obras recogidas
1
, pero sobre todo interesado a la
ideología que tales obras envuelven y al modo en el que
determinadas marcas textuales se relacionan a los
significados de feminidad. Entre los dos posibles recorridos
del discurso tradicional, el que ve a la figura femenina como
objeto de representación y el que analiza, en cambio, a la
mujer como sujeto de escritura literaria, intentaremos trazar
un camino alternativo que mire a como la mujer percibe y
1
Por fecha de nacimiento, las poetas estudiadas son: María Victoria Atencia (1931),
Juana Castro (1945), Pureza Canelo (1946), Rosa Romojaro (1948), Ana Rossetti
(1950), Ángeles Mora (1952), Julia Oxtoa (1953), Concha García, (1956), María
Sanz (1956), Isla Correyero (1957), Rosa Lentini (1957), Andrea Luca (1957),
Blanca Andreu (1959), Amalia Bautista (1962), Eloísa Otero (1962), Mercedes
Escolano (1964), Luisa Castro (1966). Como se ve escogimos, aun sin criterios
generacionales, autoras que se educan en los años finales del franquismo y que
empiezan a asomarse al panorama poético por los años Ochenta, es decir
precisamente al tiempo de la transición política -y lírica- de España.
6
escribe a sí misma, poniéndose al mismo tiempo como
sujeto artífice y como objeto de la mirada y establecendo así
la que Cutrufelli define 'la autonomía de la visión'.
2
La sexualidad del texto es sin duda una dimensión
irreducible del proceso creativo, gobernado siempre por una
persona real, de carne y hueso, y dirigido por una mano que
es necesariamente de mujer o de hombre. El cuerpo, sea él
olvidado, disfrazado o, al revés, reivindicado e incluso
exhibido, está presente y aflora a través de la palabra, con
sus peculiaridades históricas, sociales, culturales, además de
biológicas. Es más, el vínculo entre vida y literatura es para
las mujeres mucho más estrecho, complejo y problemático
que para los hombres:
"La primera característica de esta poesía es que las
fronteras entre el yo lírico y la biografía de sus autoras
se tornan borrosas. Ningún episodio, real o imaginario
[…] resiste a ser nombrado. […] El poema es la
transcripción de una mirada."
3
2
Maria Rosa Cutrufelli, "Creación y crítica literaria en femenino", consultable en
http://www.aie.it/polite/SPACutrufelli.pdf
3
Noni Benegas, "Estudio preliminar" en J. Munárriz y N. Benegas, "Ellas tienen la
palabra", Madrid: Hiperión, 1997; págs. 57, 82
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De hecho, la autobiografía, la recuperación de la memoria,
el empleo insistente de la primera persona son terreno
privilegiado para la escritura de mujeres, realizaciones
múltiples de una misma intencionalidad que gira alrededor
de sí mismas y de su propia subjetividad.
Es éste un propósito cultural que no exige la
recomposición y la fidelidad a un modelo previo, sino la
consideración de sus propia laceraciones, de un malestar
primeramente social que se transforma en sufrimiento
existencial: quizá sea ésta una de las razones del
experimentalismo de contenidos y forma y de la extremada
variedad de posturas frente a los conceptos de literatura,
género, lengua y estilo que caracterizan la poesía femenina
actual. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, aún hoy
en día, el acto de escribir supone para las mujeres una
auténtica ruptura con los tabúes sociales; la radicalización
de un gesto como éste convierte la página misma en un
terreno de experimentación y de elaboración cultural, un
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espacio de libre creación artística. Precisamente en la
diferencia debe constatarse el rasgo peculiar de la literatura
femenina, puesto que a partir de su exclusión del discurso
del poder han surgido y siguen surgiendo nuevas
posibilidades creativas. Con todo, cabe añadir que si las
poetas no se someten a la tradición, esto pasa también
porque carecen de ella.
Los aspectos socioculturales y antropológicos de su
propia existencia evocan en las mujeres una conciencia de
su marginalización que está lejos de crear una nueva
definición de feminidad como algo diametralmente opuesto
al patriarcado. Asumir una postura antagonista sería un acto
limitado y subordenado precisamente a aquello contra el que
se reacciona, así como insistir en un enfrentamiento de
posiciones sólo sería funcional al mantenimiento de las
dicotomías promovidas por el sistema dominante. En la
literatura femenina contemporánea, en cambio, la estructura
dual que opone lo femenino a lo masculino queda quebrada
por un discurso que hunde y supera toda categoría:
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"essa [la struttura] sprofonda, e non c'è né femminile né
maschile - grado zero della struttura […] Risposta più
sottile della negazione frontale […] perché essa urta
contro una fatalità non anatomica ma simbolica, che
grava su ogni sessualità virtuale."
4
.
Al considerar la obra poética de estas escritoras,
incluyendo y relacionando los aspectos tanto concientes
como inconcientes de su actitud dentro del contexto
histórico y social, dos conceptos van a ser fundamentales: el
de género, en la acepción de construcción cultural e
histórico-psicológica que le confiere el feminismo de las
últimas décadas, y el de patriarcado, en sus múltiples
aspectos. Dada la extensión y la vaguedad de éstas
denominaciones, intentaremos precisar ahora lo que se
entiende al utilizarlas repedidas veces en el curso del
análisis.
El término género aparece sólo en 1964 para señalar
4
Véase Jean Baudrillard, "Della seduzione".Trad. Pina Lalli. Bologna: Cappelli,
1980; págs. 14, 25
10
la proyección social y cultural del sexo biológico de una
persona, acuñado por un psiquiatra, Robert Stoller, quien
por vez primera intenta acercarse al fenómeno transexual
y diagnosticar a sujetos peculiares, que poseen una
conciencia de mujer dentro de un cuerpo de hombre. El
concepto, por ende, nace como categoría funcional a la
normalización de casos considerados anómicos dentro de un
sistema de sexo y género rigidamente heterosexista, fundado
sobre la perfecta y necesaria identidad entre los dos; a un
determinado sexo, como suma de carácteres biológicos y
anatómicos, corresponde naturalmente un solo género, es
decir un solo orientamento sexual y unos comportamientos
sociales sancionados por el conjunto cultural. Baudrillard
afirma que para que haya un género es necesario que los
hombres/hombres y las mujeres/mujeres se declaren con
redundancia seres sexuados, es decir que los signos
exteriores redoblen los rasgos biológicos interiores.
5
Es
cierto que este sistema se formula dentro del entramado del
5
Ivi, pág. 22
11
dualismo jerarquizado moderno naturaleza/cultura,
instinto/civilización, lo que legitima y hace
conceptualmente necesaria la asunción de una identidad
genérica bien definida y convencional, con la paradoja de
llegar uno a alterar la propia sujetividad al fin de adecuarla a
su cuerpo.
El feminismo de los años Setenta y Ochenta, y sobre
todo el de ámbito francés, critica la teoría de la obligada
correspondencia entre sexo y género y el determinismo
biológico que ésta conlleva, utilizando las propias categorías
de género y sexualidad, en radical oposición a la de sexo,
para defender la idea de un construccionismo social. Éste
considera que la sexualidad, más que naturaleza, es cultura,
pues son los significados culturales los que moldean y
orientan a la biología: el deseo, las fantasías y las prácticas,
los paradigmas comportamentales constitutivos de los
géneros y las relaciones entre éstos están determinados
socialmente. Al estar inscrita la sexualidad en el orden
sociocultural, las relaciones de género se revelan
12
proyecciones de las vigentes relaciones de poder y
adquieren un significado político, lo que permite realizar un
cambio de perspectiva radical: parafraseando a Weeks
6
,
diríamos que la sexualidad ya no es destino, sino que se
descubre su fuerza potencial de cambio y de diversidad.
Además, para que se comprienda lo que representa
la subversión de la tradición patriarcal en la poesía de estas
autoras es necesario conceptualizar algo bastante dificil de
concretar, como es el término patriarcado. En sentido
general y abstracto, el término designa una forma de
gobierno, tanto dentro de la familia como en la sociedad en
general, en el que la autoridad reside y desciende a través de
la figura paterna, estructura sin duda vigente desde las más
primitivas organizaciones tribales. Sin embargo, la
percepción de la dominación patriarcal pasa por los efectos
concretos y cotidianos de su dominación a través de varias
estructuras políticas, económicas, sociales e ideológicas. En
sentido lato, desde la perspectiva política, el Estado tiende a
6
En A. H. Amuchástegui y M. Z. Rivas, "Hacia una construcción histórica de la
sexualidad", http://www.jornada.unam.mx/1997/ene97/970111/Is-texto5.html
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defender con sus acciones los intereses patriarcales, y a
apoyar legalmente con más rigor la figura del hombre que la
de la mujer. Esto afecta, entre otras cosas, incluso el aspecto
económico, donde las estructuras patriarcales operan en dos
niveles: el del modo de producción, que limita la función
laboral de la mujer al ámbito doméstico, y el de la estructura
económica global, que influye notablemente sobre las
posibilidades de acceso al trabajo y el sistema salarial.
Desde una aproximación socio-cultural, asimismo, la
filosofía patriarcal de dominio se advierte ocasionalmente
en la violencia de la que son objeto las mujeres, a veces
legitimada con la negativa del Estado a intervenir, y sobre
todo a diario, a través del sistema que les impone simular
un modelo masculino de feminidad codificada, degradada,
paródica. Son precisamente las estructuras ideológicas que
ordenan la sociedad y sobre las que se asientan la tradición
y la cultura española, tales como la religión, la educación y
los mass-media, las que contribuyen a fortalecer la
representación de una imagen de la mujer dentro de los
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parámetros que dicta una perspectiva masculinizante y , aun
parezca anacrónico, todavía intrínsecamente patriarcal.
Esta herencia cultural plurisecular está lejos de ser
rechazada, aún hoy, y sigue vigente con su peso inmutado
en España como en el resto del mundo, pero ahora convive
con otras voces. Sea que éstas se coloquen explícitamente
en el contexto feminista (Ana Rossetti, Ángeles Mora), sea
que lleguen a negar posiciones politizadas y militantes
(Fanny Rubio), o que simplemente no se planteen el
problema a priori, como hacen las más jovenes, todas
participan en una intencionalidad común de liberación
expresiva y vivencial de la mujer.