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de la traducción: decodificación, comprensión del sentido y reformulación (2.2.); y por último, se
dará un vistazo a las distintas técnicas de traducción, privilegiando aquellas de mayor aplicación.
En el último capitulo (3.) nos concentraremos en campos específicos de especialización, en estrecha
relación con la naturaleza de nuestros estudios: economía (3.1.), publicidad (3.2.) y derecho (3.3.),
poniendo de manifiesto las peculiaridades de cada uno de ellos. Además, la investigación
continuará en otros sectores especializados (3.4.) como por ejemplo: la informática (3.4.2.), el
periodismo (3.4.2.) y las historietas (3.4.3.) y, por último, se hará referencia a la traducción
automática (3.5.), sector que, después de un momento de gran euforia, actualmente se ve ante la
imposibilidad de reducir a un funcionamiento mecánico la riqueza y la complejidad de la actividad
mental.
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1. Historia y evolución de la traducción
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La traducción es una actividad muy antigua: su origen se remonta al momento en que aparecieron y
se difundieron, en todos los pueblos, las distintas lenguas, ya que, contemporáneamente, surgió la
exigencia y la necesidad de traducir estos textos de una lengua a la otra.
Además, la traducción, que nació como actividad oral, recién pasó a la forma escrita en Francia
durante el período Renacentista. A partir de esa época se observan un aumento de discursos,
discusiones, debates, a los que acompaña una creciente necesidad de traducir textos, aunque el
verdadero desarrollo se verifica a partir del comienzo del siglo XX. Hasta la primera mitad de 1900
eran sobre todo los traductores, o mejor dicho, aquellos que realmente realizaban las traducciones,
los interesados en los problemas de la traducción: en otras palabras, no existía una verdadera teoría
de la traducción sino más bien consideraciones sobre algunas cuestiones de la traducción. Se debe
esperar a la segunda posguerra para contar con aportes teóricos que permitan la formulación de una
verdadera teoría, o sea, para contar con autores que examinen “globalmente” el sector de la
traducción y permitan el nacimiento de una verdadera ciencia lingüística, autores como el escritor
francés Valery Larbaud, el lingüista americano de origen ruso Roman Jakobson, el lingüista inglés
John Catford y, en especial, el lingüista francés Georges Mounin, que para muchos es un verdadero
“Maestro” en este campo. Asimismo, se hace hincapié en el hecho de que, por mucho tiempo, la
traducción no ha tenido, como las otras ciencias, una continuidad lineal en su evolución, por el
contrario, ha tenido una “oscilación” entre dos concepciones: la traducción literal (mot à mot) y la
traducción liberal (libre) y sólo a continuación, ha visto la consolidación de una nueva visión que
permite superar esta polémica y que se denomina teoría interpretativa o del “sentido”.
Hasta fines del siglo XVI, se había dado la preeminencia absoluta de la traducción literal,
considerada la más “fiel” de las traducciones. Forma de traducción que, hasta nuestros días, ha sido
definida como aquella: “traduction qui est centrée sur la langue du texte, et non sur le sens, et qui
traduit donc, mot à mot ou phrase par phrase la signification, la motivation, la morphologie et/ou la
syntaxe du texte original” ¹
Esta creencia, sin embargo, comenzó a tambalear gracias a los aportes de Ètienne Dolet y de
Jacques Amyot, en la mitad del siglo XVI, hasta conducir a la aplicación del principio opuesto, o
sea, al de la traducción liberal.
1. Véase Amparo HURTADO ALBIR, La notion de fidélité en traduction, Paris, Didier Érudition, 1990, p. 231.
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Este nuevo enfoque en la traducción, en sus formas extremas, es definido por Hurtado Albir como:
“traduction qui ne transmet pas le sens du texte original parce que le traducteur interprète librement
le vouloir dire de l´auteur ou se permet des libertés injustifiées dans la reformulation”². De este
modo se entra en el período comprendido entre los siglos XVII y XIX, la época de las “belles
infidèles”. Esta expresión fue empleada por primera vez por el filósofo y escritor francés Gilles
Ménage (1613-1692) quien, comentando las traducciones del humanista Perrot Nicolas, señor de
Ablancourt (1606-1664) afirmó: “Elles me rappellent une femme que j´ai beaucoup aimé à Tours, et
qui était belle mais infidèle”³. Fueron muchos los autores que abrazaron esta nueva visión, entre los
cuales analizaremos en nuestra disertación a: Madame Dacier, Jacques Amyot, Rivarol y Antoine
Houdar de la Motte.
Sin embargo, la aplicación de formas extremas de belles infidèles, provocó la reacción de los
traductores que adoptó la forma de un retorno a la traducción mot à mot. De hecho, a comienzos del
siglo XIX algunos traductores, entre los cuales se encontraba Leconte de Lisle y Chateaubriand,
revalorizaron el uso de la traducción literal, aún cuando no se la aplicó de la misma forma en que se
lo hacía anteriormente.
En el siglo XX se registró una oscilación continua entre estas dos concepciones y, al mismo tiempo,
se advirtió la necesidad de buscar una opción que permitiera superar este impasse, ya que los
partidarios de ambas teorías eran conscientes de que la propia visión no permitía cumplir la labor de
los traductores, o sea, ser fieles al texto original, sino haciendo importantes concesiones al enfoque
de traducción contrario.
La nueva teoría, que surgió en los ´80 y que se basa en el sentido o bien, en la interpretación del
texto a traducir, marca un paso importante en la evolución teórica de la traducción, permitiendo
superar la contraposición estéril entre los sostenedores de una y de otra concepción sobre la forma
de traducir: “Pour traduire, comprendre soi-même ne suffit pas, il faut faire comprendre”4
2. Ibídem p. 321
3. Citado ibídem p. 14
4. Véase: Danica SELESKOVITCH, Marianne LEDERER, Interpréter pour traduire, Paris, Didier Érudition, 1984, p. 31. El
cursivo está en el texto.
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Con este fin, Marianne Lederer, fundadora de esta teoría junto con Danica Seleskovitch, afirma que
“La más mecánica de las traducciones implica siempre una parte de interpretación, la más liberal
de las interpretaciones implica siempre una parte de traducción literal” .
Pero volvamos atrás y tratemos de entender como tuvo lugar esta evolución, cuáles fueron los
motivos, mediante qué obras, de qué autores, etc., prestando especial atención a lo que ocurre a
partir del siglo XVI en adelante, o sea, a partir del momento en que apareció la traducción liberal,
hasta el nacimiento de la teoría del sentido; en especial se reconocerá un lugar importante a los
autores y a las obras a partir del siglo XX ya que, consideramos que han contribuido en modo
determinante a la evolución de esta “disciplina”.
Por lo tanto, la traducción literal ha sido la reina indiscutida de la traducción de textos (literarios)
por un largo tiempo. Para ser sinceros, esta preeminencia no ha sido nunca absoluta, ya que siempre
se han verificado críticas, incluso de personajes muy autorizados. Por ejemplo, Cicerón en su
Libellus de optimo genere oratorum (46 a.C.) condenaba la traducción “verbum pro verbum” y ese
principio fue luego retomado por Horacio en su Ars Poetica (26 a.C.)
Otro “critico” fue San Jerónimo que, en De optimo genere interpretandi declaró que no era
necesario traducir palabra por palabra sino idea por idea (“Non verbum e verbo, sed sensum
exprimere de sensu”)6.
No obstante, la traducción literal siguió siendo la más practicada y las cosas no cambiaron durante
la Edad Media. Recién a comienzos del siglo XVI se advirtieron tenues señales de cambio y cada
vez fueron más los autores que se alejaron de la traducción literal, como por ejemplo los humanistas
franceses Étienne Dolet (1509-1546) y sobre todo Jacques Amyot (1513-1593), quienes
comenzaron a aplicar un modo distinto de traducción, “libre”.
A inicios del siglo XVII, como ya dijimos, se entra de lleno en la época de la traducción liberal: era
necesario embellecer, adecuar los textos a traducir a las costumbres, a los usos, a las ideas de la
sociedad del siglo XVII. Por supuesto, uno de los pioneros de esta nueva visión fue el propio
Jacques Amyot, autor al centro de numerosas críticas, en particular por su traducción de Daphnis et
Chloé (1549) de Longo Sofista, escritor griego que vivió a fines del siglo II, considerada un típico
ejemplo de belle infidèle, ya que Amyot actualizó los usos y los personajes de la Grecia antigua a
los gustos y costumbres de la Francia del siglo XVI.
5. Citado en Josiane PODEUR, La práctica de la traducción, Nápoles, Liguori, 1993, p. 16
6. Citado en Amparo HURTADO ALBIR, La notion de fidélité en traduction, cit. p. 15 e pássim.
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Ya Étienne Dolet 7 había tomado distancia de la traducción literal, en su obra Manière de bien
traduire d´une langue en aultre 8 de 1540, en especial había enumerado cinco reglas que se deben
respetar para traducir correctamente un texto: entender su significado, conocer la lengua de partida
(el latín), rechazar la traducción literal, evitar el uso de palabras similares a la lengua de partida y,
por último, conocer la lengua de llegada.
Reglas que son extremadamente similares aún cuando se estaba recién en el 1540, a la base
conceptual de la que será la teoría interpretativa de los años ´80 del siglo pasado.
Ambos autores rechazaron la traducción literal, pero Amyot fue más allá; llegó incluso a comentar y
a explicar algunos pasajes, preocupado por la dificultad que el lector habría experimentado para
comprenderlos; transformó las medidas; “adaptó” los objetos y las fórmulas de cortesía; embelleció
el estilo, etc. En este enfoque son evidentes las causas históricas y sociales: era necesario eliminar
todo aquello que no armonizara con los valores de la época, realizando profundas modificaciones en
el texto original, sin por esto inducir a la duda, según la visión de los propios traductores, sobre la
fidelidad de la traducción. Por otro lado hubo autores como el erudito Pierre-Daniel Huet (1630-
1721) que, en su tratado sobre Traduction de 1661, se oponía a la traducción liberal tendiente a
modificar y a embellecer las traducciones en nombre del bon goût, y pedía el regreso del mot à mot
como único instrumento que garantizaba el respeto del texto original.
No obstante, la traducción liberal (élégante)sobrevivió hasta el comienzo del siglo XIX como lo
recuerda el mismo Georges Mounin:
Ce culte de la traduction dite élégante, qui ne fut que le culte de la
traduction conforme aux bienséances d´une forme sociale donnée, a
survécu,contrairement à ce qu´on croit, jusque vers la fin du XIX siècle; il
nous trompe encore, à notre insu, dans plus d´un texte aujourd´hui.9
Esta fue usada con mayor o menor desenvoltura.
7. Humanista y tipógrafo francés, Étienne Dolet es, entre otras cosas, recordado ya que fue quemado por hereje a causa de un
pretendido malentendido de interpretación en su traducción del Axiochus. Su culpa fue, en esta traducción, haber negado la
inmortalidad del alma.
8. Mantenemos de aquí en adelante, la forma antigua de la palabra.
9. Véase George MOUNIN, Les belles infidèles, Lille, Presses Universitaires de Lille, rééd. 1994, p. 65. Yo puse la letra en
cursiva y en adelante, así deberá interpretarse.
10
Por ejemplo, la erudita Anne Lefebvre (1647-1720), más conocida como Madame Dacier, ocupada
en la traducción de la Ilíada (1699), se apegó más a la traducción literal que a la liberal, la que sólo
adoptó en los casos considerados más delicados, como por ejemplo, los pasajes que se referían a la
pasión y al amor. Su pensamiento se expresa claramente en la obra del profesor y escritor francés
Émile Egger (1813-1885) en la Revue des traductions d´Homère10, donde se cita la siguiente
afirmación de Madame Dacier: “[...] il faut toujours s´accommoder, surtout pour les expressions,
aux idées et aux usages de son siècle, même en les condammant”11
Al mismo nivel se pondrá más tarde, el escritor de origen italiano Antoine Rivaroli (1753-1801),
quien, ya famoso, es conocido como conde de Rivarol 12, gracias a una adaptación al francés de su
apellido. Al traducir La Divina Comedia, se encontró con que debía afrontar la impropiedad del
francés del siglo XVIII, tan delicada y “polie” ante la crudeza, el realismo, la energía de la
versificación dantesca.13
Ya sea para Madame Dacier como para Rivarol, la aplicación de la traducción liberal se tornó
necesaria a causa de la imposibilidad del francés de la época de reproducir los textos de la
Antigüedad.
Aquí se reproduce como Madame Dacier expresa la imposibilidad de traducir Homero: “J´avoue,
dit-elle, qu´il n´y a pas un seul vers d´Homère où je ne sente une grâce, une beauté, une force, une
harmonie, qu´il m´a été impossible de conserver”14. Madame Dacier y Rivarol en la misma época y
con los mismos problemas, ofrecen la misma solución: la traducción liberal.
El poeta y dramaturgo francés Antoine Houdar de la Motte (1672-1731) se encuentra entre los
autores que hacen uso de la traducción liberal. También él dedicado a la traducción de las obras
antiguas, llegó a la misma conclusión que Madame Dacier y que Rivarol, pero siguió un camino
distinto: la adopción de la traducción liberal se justificaba, según él, no por las dificultades
lingüísticas, sino por el hecho de que, para comprender y apreciar a los autores Antiguos, era
necesario adaptarlos a los valores de la sociedad de la época.
10. En Nouvelle revue encyclopédique, agosto-septiembre 1845, p. 7.
11. Citado en Georges MOUNIN, Les belles infidèles, cit. p. 65
12. Escritor, periodista y brillante polemista, Rivarol escribe su obra más importante Discours sur l´universalité de la langue
française, en el 1784. En la misma, exaltaba la belleza y la supremacía del francés respecto a las otras lenguas. Es famosa
una frase de su libro: “CE QUI N´EST PAS CLAIR N´EST PAS FRANÇAIS”
13. Todavía en nuestros días se compite con la traducción de la Divina Comedia Jacqueline RISSET, La Divine Comédie,
Paris, le Grand livre du mois, 2001
14. Citado en Georges MOUNIN, Les belles infidèles, cit. p. 19.
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En su traducción de la Ilíada, fue tan pródigo en el uso de la traducción liberal que, en su obra final
tenía doce cantos en lugar de los veinticuatro de Homero. Houdar de la Motte se justificó afirmando
que:
J´ai voulu […] que ma traduction fût agréable, et de là il a fallu substituer les idées qui plaisent aujourd´hui à d´autres
idées qui plaisaient du temps d´Homère: il a fallu, par exemple, adoucir la préférence solennelle que´Agamemnon fait
de son esclave à son épouse. 15
Si pasamos al siglo XIX, registramos un rechazo creciente a la traducción llamada “elegante”, y
automáticamente un regreso a la traducción literal.
Otros traductores, entre los cuales se encuentra el escritor François-René de Chateaubriand
(1768-1848), traductor, entre otros, del Paradise lost de Milton, criticaron la traducción liberal,
llena de prejuicios histórico-sociales, considerando que sólo la literal garantiza fidelidad al texto
original.
Sin embargo, se trataba de un regreso caracterizado por una nueva concepción de la traducción
literal, que Mounin definió como “traduction-reconstitution historique”. Teorizó sobre la misma el
poeta francés Charles Marie Leconte (1818-1894), conocido como Leconte de Lisle, traductor entre
otras obras de La Ilíada (1866) y de La Odisea (1857). El mayor mérito de Leconte es, por cierto, el
de haber relanzado el enfoque de las belles infidèles, pero proponiendo al mismo tiempo una
reconstrucción histórica de la sociedad, de las ideas, de la vida de los antiguos griegos. La
literalidad de Leconte no se debe entender en términos de relación estrecha con las palabras sino
más bien con la sociedad, con la vida de los antiguos. Hurtado Albir logra reflejar en pocas líneas el
pensamiento de Leconte:
Leconte de Lisle entend par littéralité le fait de conserver dans la traduction les façons de penser, sentir, parler, agir, vivre...des Grecs
anciens que les belles infidèles avaient presque supprimées. C´est pourquoi le mot à mot de Leconte de Lisle est d´une autre nature
car ses intentions d´attachement à l`original sont d´ordre strictement historique et non pas linguistiche: il veut ressusciter la culture
grecque, rompant avec les clichés des belles infidèles et inaugurant une façon de traduire les auteurs anciens qui est arrivée jusqu` à
nos jours. 16
Otro intento de volver a la traducción literal fue el del lexicógrafo y filósofo francés Émile Littré
(1801-1881) – autor del celebérrimo diccionario – si bien no tuvo demasiado consenso (uno de los
más acérrimos críticos fue Rivarol).
15. En página 62. El cursivo corresponde al texto.
16. Véase Amparo HURTADO ALBIR, La notion de fidélité en traduction. Citado página 18.